martes, 16 de julio de 2019

LA AUTORIDAD ME ODIA Y EL PÚBLICO ME ACLAMA














Por Javier Hernández “El Abuelo”
Twitter @abuelo_1176

No es lo mismo Germán Valdez que “Tin Tan”, Gaspar Henaine que “Capulina”, Roberto Gómez Bolaños que “Chespirito”, y no es lo mismo Julián Lede que “Silverio”, cuyo personaje rebasó, por mucho, al músico y productor nacido en Chilpancingo, Guerrero; algo que no lo incomoda; por el contrario, lo alienta para seguir haciéndolo cada vez más controversial.

El personaje nace en el momento en que la industria de la música se estaba volviendo más aburrida y el rock convirtiéndose en una cosa cursi, lenta, sin alma ni corazón. Mezcla características de personalidades como Iggy Pop, Hulk Hogan y el Perro Aguayo (Q.E.P.D.), y en cada presentación se vuelve provocador y brabucón; mientras más insulta a la gente, más brincan y le mientan la madre, una interacción que muy pocos artistas logran con su público, pero que “Silverio” logra a la perfección.

Sus elementos musicales son muy variados: desde la electrónica y el industrial hasta el reggaetón; sin embargo, es lo que menos importa en sus conciertos; no busca cambiar la vida de nadie ni filosofar o profundizar, sino cumplir su objetivo: que sus seguidores se diviertan; brincando, gritando y blasfemando.

En sus shows acostumbra llegar en traje de lentejuela y conforme pasa el tiempo se va despojando de sus prendas, hasta quedar en tanga; conforme avanza la fiesta, la interacción con la gente se vuelve bastante grotesca, ya que los insulta, les escupe y les grita; es como ir a la luchas, que se convirtieron en la válvula de escape de lo que en su momento fueron el rock y el punk. Julián lo entendió perfectamente y lo hace de maravilla. Seguro que si asistes a uno de sus espectáculos y estás hasta adelante grabando con el celular, “Silverio” lo va a tomar, se lo va a pasar por los huevos –literal– y te lo va a regresar sano y salvo. El que se lleva se aguanta.

La parte más conservadora del rock –que ya se volvieron miembros honorarios de la liga de la decencia– se escandaliza ante las acciones de “Silverio”: “ese güey ni músico es, hace pura mierda”, “cómo es posible que toque en tanga”, “sus fans son unos ignorantes que pagan porque los insulten”; ya sólo les falta decir: “¿Alguien, por favor, quiere pensar en los niños?”. Entre más se quejan de “Silverio”, él gana más seguidores.


Los de “Su Majestad Imperial”, como se hace llamar, son espectáculos imperdibles, a los que hay que asistir al menos una vez en la vida, aunque sea por puro morbo.



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