miércoles, 24 de julio de 2019

CUBA STONE



  




Joselo Rangel
Javier Sinay
Jeremías Gamboa
Tusquets Editores México
2016
Ciudad de México





Por Javier Hernández “El Abuelo”
Twitter @abuelo_1176

The Rolling Stones son la banda de rock más importante del mundo y no pierden la oportunidad de pasar a la historia haciendo conciertos memorables.
En esta ocasión le tocó el turno a Cuba.

El 25 de marzo del 2016, Viernes Santo, se presentaron en la isla por primera vez ofreciendo un concierto gratuito pocos días después de que el presidente Barak Obama hiciera presencia en el país caribeño, convirtiéndose en el primer presidente estadounidense en visitar Cuba tras ochenta y ocho años.

El periodista argentino Javier Sinay, el guitarrista mexicano Joselo (miembro de Café Tacvba) y el periodista y escritor peruano Jeremías Gamboa asistieron al magno evento para hacer una crónica del concierto, cada uno desde su perspectiva personal del entorno y de sus vivencias personales en relación con la isla y con sus “satánicas majestades”.

Javier Sinay tomó como personaje principal a Rocky Saldaña joven de 22 años que fue el primero en llegar a formarse cinco días antes del concierto, y a quien la policía no le permitió hacerlo sino hasta los minutos finales del jueves 24. Sinay le dio seguimiento hasta el día después del espectáculo, acampándolo a su casa y a los ensayos de su banda, ya que es un músico aspirante a la licenciatura en música del Instituto de Arte. En el transcurso, Rocky le contó que es nieto de uno de los compañeros del “Che” Guevara durante sus operaciones en Congo y Bolivia. Sobre la isla, Sinay escribió: Cuba no es un país rockero, pero si es un país musical. Muy musical. Tanto como para poner una orquesta de mambo a tocar en vivo a las doce del mediodía, todos los días en El Floridita, el restaurante donde Ernest Hemingway tomaba su daiquiri favorito.

Joselo Rangel se centró en rememorar sus viajes a la isla con Café Tacvba y en lo tortuoso que llego a ser esta nueva aventura, ya que no estaba acreditado ni contó con pase VIP. Le tocó estar en la otra cara de la moneda, preguntándose reiteradamente si todo eso valdría la pena. “Son los Stones”, se respondía cada vez, y eso bastaba para convencerse de que, en efecto, lo valía. Rangel platicó que no vio cubanos durante un buen rato en las inmediaciones de la Ciudad Deportiva, donde tuvo lugar el concierto; muchos extranjeros de diferentes nacionalidades, pero los cubanos llegaron ya muy tarde al lugar. Contó que unas turistas mexicanas lo reconocieron y le pidieron tomarse una foto con él, después de un rato, se le acercó uno de los pocos cubanos que estaban ahí y le pidió tímidamente lo mismo. Él no se negó, pero le preguntó “¿Sabes quién soy?” A lo que el nativo contestó que sí, “Bueno, la verdad no, pero ellas, las mexicanas que se acercaron antes, me dijeron que formas parte de un grupo que es como los Rolling Stones, pero de Latinoamérica”. “Me reí. ¿Qué más podía hacer?” Y escribió al respecto: Me quede dándole la vuelta a su comentario. ¿Me gustaría ser un Rolling Stone pero de Latinoamérica? ¡Claro! ¿A quién no? Pero esta persona lo decía como si ya lo fuéramos. Y yo estaba ahí, en medio de la gente, lejos del escenario, sin un gafete VIP. Eso significaba que ¡yo no era un Rolling Stone de Latinoamérica! Si lo fuera estaría con una copa de champaña en la mano. Brindando con Mick y Keith en el backstage, calando la colección de guitarras de Ron Wood.

Jeremías Gamboa se expresó acerca de las similitudes entre su país, Perú, y Cuba, ya que, hasta entonces, la banda inglesa nunca había tocado en un concierto masivo en ninguno de estos países, y relata: He hablado con mucha gente y creo que nada va a sustituir esto, dijo esa noche al público. El último día de nuestras vidas, cuando nos vayan a enterrar, estoy seguro que la última imagen que nos va a quedar, la última que veremos, será la de Mick Jagger cantando con los Rolling Stones en esta tierra.

Este libro resalta la importancia del ambiente en torno a los acontecimientos dentro de la crónica, ya que, los escritores no sólo se centraron en el concierto, que fue muy importante, sino en los detalles que casi nadie ve y son los que aderezan la lectura.


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