miércoles, 17 de abril de 2019

VALEDORES JUVENILES








El Haragán y cía
Valedores juveniles
 Discos y cintas Denver
1990




En la música tienes que decir algo que sea real lo más rápido posible.
Ésa es la idea, que sea muy básico.
“Empezar de cero”. Jimi Hendrix.
                                                                                                                                     



Por Javier Hernández “El Abuelo”
Twitter @abuelo_1176



Luis Álvarez (1967) nació en la Ciudad de México y es cantautor desde los diez años. Creció escuchando a The Beatles, Creedence Clearwater Revival y The Doors; también a José Alfredo Jiménez, la Sonora Matancera y Agustín Lara; pero fue cuando escuchó a por primera vez a Elvis Presley que realmente decidió hacerse músico.
En 1989, después de presentarse en muchos festivales, Discos y Cintas Denver le ofrecen grabar un disco, a pesar de no contar con banda propia; sólo lo acompañaba el bajista Jaime Rodríguez. Octavio Aguilera, productor de la disquera, le propuso a los hermanos Jaime y Juan Mejía, entonces miembros de la agrupación Yey, para hacerse cargo de batería y guitarra respectivamente; y como músicos invitados a Rodrigo Levario, Octavio “Sopas” Espinoza y Carlos Valerio “El bolillo”.
El disco Valedores Juveniles, o el “disco rojo”, como se le conoce comúnmente, se grabó en un solo día; 24 horas bastaron para crear uno de los mejores álbumes del rock mexicano, al mismo nivel de El circo de La maldita vecindad o Re de Café Tacvba.
Compuesto por diez canciones que, en 32.45 minutos, reflejan lo que se vive diariamente en barrios, vecindades y pueblos de nuestro país:
Hay un perro ahí tirado en la calle en avanzado estado de descomposición y la gente pasa y lo mira y nadie dice nada, nadie se le acerca, nadie se lo lleva, ¿Qué va a ser del dios? “¿Qué va a ser del dios?”
Desenfundó su puñal y se dispuso a robar una gran tienda de abastos popular, solo tenía diecisiete años, bien vividos, mal vividos ¿Qué se yo? “Él no lo mato”.
Rolas que ya trascendieron el tiempo y continúan vigentes.
Son muchos los géneros que El Haragán utiliza: blues, rock, punk, heavy metal, rhythm & blues, y un sinfín de matices característicos de la cultura chilanga.
“Mi muñequita sintética”, “No estoy muerto”, “Él no lo mató” y “Chamuco” son canciones que ya están arraigadas en el inconsciente colectivo y no faltan en sus conciertos; ya se las apropio la “banda”; tanto, que el famoso periodista musical “Chava Rock” escribió para la extinta revista de música alternativa R&R en su especial de rock mexicano: En Estados Unidos, en los 90, se hizo una gira con Los Rabanes, Aterciopelados y El Gran Silencio, estos dos últimos alternaban sus cierres; la cuarta banda invitada era El Haragán y Cía., con sorpresa vieron que cuando El Haragán abría, al terminar su actuación la gente se iba, así que los grupos prefirieron que éstos cerraran.  
Estas grabaciones lo han colocado como uno de los cantautores más queridos de México, ya que, con temas sencillos llega al alma de mucha gente. Sin necesidad de recurrir a la tele ni al radio, se ha convertido en uno de los grandes del rock nacional, pues llena y agota las entradas de cualquier lugar en donde se presenta.
Han pasado treinta años y todo parece indicar que los festejos se vienen en grande; hay que permanecer atentos a sus redes sociales para saber dónde se realizarán. No queda la menor duda de que Luis y su banda atraviesan por su mejor momento; suenan impresionantes y asistir a sus conciertos resulta una experiencia magnifica.

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